Esto no es un manifiesto: abierto y libre en la reflexión
Lo abierto es señalado como la clave para la descentralización del poder sobre la producción de conocimiento, arte, tecnología, etc. Pero debemos preguntarnos ¿sólo con la apertura es suficiente?
Por Marina de Freitas (Centro de Tecnologia Acadêmica — IF/UFRGS) y Saulo Jacques (Hacking Ecology). Publicado en baixacultura.org | Traducción por Berna Gaitán Otarán. _
Desde hace algún tiempo existen argumentos a favor del procomún digital y de la transformación de las exageradas leyes de propiedad intelectual (en especial desde la pandemia). Diversas partes del movimiento por lo abierto han denunciado desde sus inicios que la “lógica de lo cerrado” refuerza los mecanismos de control y dominación que mantienen vivas las desigualdades sociales, y no sirven, como se intenta justificar, para defender a pequeños/as inventores/as y artistas. Contribuye, de hecho, a mantener el poder de las corporaciones e industrias sobre la cultura y el conocimiento; por ello, la disponibilidad y posibilidad de remixar el “código fuente” de la cultura, de los medios de comunicación, de la ciencia y las tecnologías en general es una forma de liberarse de este dominio y aportar más igualdad, autonomía, libertad y diversidad a los mismos.
¡Un rápido vistazo a estos argumentos nos anima! Al fin y al cabo, lo abierto es entonces la clave para la descentralización del poder sobre la producción de conocimiento, arte, tecnología, etc. Pero vamos con calma: debemos preguntarnos “¿Será que sólo con la apertura es suficiente?”. Este diálogo que traemos busca elaborar y continuar las discusiones ya iniciadas sobre la necesidad de que los movimientos de código abierto y cultura libre reconozcan que no es sólo la lógica de lo cerrado la que define los rumbos de la cultura. En realidad la cuestión es previa, está en el pensamiento detrás de esta lógica capitalista-colonial de dominación y explotación.
Para abordar el asunto, comenzamos con las contribuciones de Kalindi Vora al tema. Ella sostiene que los comunes digitales deben prestar atención a dos problemáticas. La primera es que no todas las personas tienen acceso a los contenidos abiertos; no tienen acceso a computadoras o a internet, pero tampoco tienen tiempo disponible para navegar, descubrir y colaborar con las tecnologías y los contenidos abiertos. En otras palabras, mientras lo abierto pone más conocimiento a disposición para una parte de la población, por otro lado, aumenta la distancia entre los que no tienen recursos materiales para usar y participar de lo abierto y lo libre; los grupos que no tienen acceso a estos recursos no pueden colaborar con el desarrollo y la producción de obras abiertas, lo que mantiene sus visiones del mundo y sus necesidades excluidas del proceso.
Estas desigualdades se hicieron evidentes en el inicio del 2020, cuando la enseñanza a distancia se convirtió en la norma para todas las escuelas, y el acceso estable y abundante a internet, las computadoras y un lugar adecuado para estudiar pasaron a ser condiciones básicas para la educación. A pesar de la existencia de alternativas libres para videoconferencias y plataformas educativas, esto no fue suficiente para garantizar el acceso a la educación para todos. Estas cuestiones nos recuerdan que las condiciones de “acceso para todos” y la posibilidad de que “cualquiera pueda utilizar, estudiar, modificar y distribuir” no se garantizan únicamente con la publicación de los códigos fuente y el uso de licencias abiertas. También es necesario considerar el acceso a los recursos materiales, condiciones de vida dignas, el tiempo y los conocimientos necesarios para contribuir a las producciones abiertas y libres. Cuando se ignoran estas cuestiones, se corre el riesgo de que las producciones de código abierto sean cooptadas, vaciando sus significados y convirtiéndolas en una revolución de fachada, inofensiva para los paradigmas actuales.
Hablando de fachada, una segunda cuestión planteada por Vora debe ser igualmente considerada. A pesar de la idealización de muchos, la tecnología y la ciencia no son intrínsecamente neutrales. Más bien, son portadores de los valores de las personas y las estructuras que las producen. No es casualidad que nos encontremos con tecnologías de Inteligencia Artificial (IA) racistas, como las que utiliza la policía en varios estados de Estados Unidos. Por eso, abrir el conocimiento no es suficiente; mientras el código abierto esté cargado de valores que implican la dominación, la explotación y la aniquilación del otro/diferente — marcados especialmente por pensamientos racistas, capacitistas, LGBTfóbicos, xenófobos y colonialistas-, no será completamente libre. El desarrollo de la ciencia, la cultura y las tecnologías sólo será libre para quienes no sean “diferentes”, y la posibilidad de remix será una etapa más de la apropiación cultural.
El movimiento de lo abierto y libre necesita, pues, ampliar el diálogo para identificar cuáles de sus prácticas refuerzan estas estructuras opresivas. Con la intención de evolucionar como movimiento, más que promover la cancelación del código abierto, nos preguntamos: ¿la apertura y la transparencia total son siempre las mejores opciones?
Por ejemplo, consideremos los datos abiertos. Son esenciales para la supervisión de gobiernos, ONG y otras instituciones, para investigaciones que requieren una respuesta rápida o sean colaborativas; también contribuyen al seguimiento colectivo de las catástrofes medioambientales, entre otras numerosas ventajas. ¿Eso significa que todo dato debe ser abierto? Es evidente que aquellos que exponen la privacidad de las personas deben ser protegidos, pero no sólo este tipo de información puede ser sensible. La cartografía de especies animales y vegetales de interés para la industria farmacéutica, o las redes de tráfico internacional de especies autóctonas, pueden ponerlas en peligro; así, una buena intención científica puede facilitar la extinción de una especie y aumentar las tensiones políticas en territorios de reservas indígenas o medioambientales.
Siguiendo con el uso de datos abiertos, recientemente la Open Knowledge Foundation — en colaboración con Microsoft y el UK Foreign, Commonwealth & Development Office del Reino Unido –, lanzó un concurso mundial para utilizar datos abiertos para la acción climática. El mismo ofrece un “premio” de $1000USD a la mejor propuesta, — y a cambio, Microsoft da un paso más en su control de los datos y en su intención de influir en las decisiones sobre política climática, de forma similar a lo que ya han hecho en la agricultura y la producción de alimentos. Es más: si los datos no se “autogeneran”, sino que necesitan herramientas para ser obtenidos e interpretados, dicen mucho más que los “hechos” (como sostienen algunos dataístas). Los datos pueden considerarse bienes socioculturales, y esta perspectiva desafía a los oligopolios tecnológicos que se apropian y explotan cada vez más estos bienes comunes.
La necesidad de acciones constructivas y propositivas para hacer frente al cambio climático es real y urgente, y el fomento de la producción y el uso de datos abiertos para ello abre muchos caminos para cambios sociales positivos. Pero si el análisis de las tecnologías se limita a estos aspectos, no será suficiente para generar transformaciones reales en las estructuras sociales. Como denuncia Yeshimabeit Milner, fundadora de Data for Black Lives, el conjunto de tecnologías del big data no son innovaciones tecnológicas, sino nuevas técnicas que reproducen un sistema fascista de dominación y exterminio; del mismo modo, las tecnologías libres pueden acabar cumpliendo este papel. Por lo tanto, es necesario desarrollar nuevas formas de medir y validar las producciones que no se basen únicamente en criterios tecnicistas y de apertura, sino que también consideren el análisis de las consecuencias (sociales, medioambientales, políticas, etc.) de estos productos, desde cómo afectan usuarios, o más allá, cómo afectan a la sociedad.
Teniendo en cuenta estos riesgos, el diseño de las tecnologías libres, y de la propia recopilación y disponibilidad de datos abiertos, debe considerar la sensibilidad de la información recopilada, y los deseos de las comunidades y grupos implicados en ella. Por ejemplo, las tecnologías para la toma de muestras de agua o la identificación de aves pueden, por su diseño, garantizar la seguridad de estos datos y permitir que investigaciones comunitarias se realicen y se compartan de forma segura, sin que necesariamente los datos y los resultados estén disponibles abiertamente para el mundo.
También debemos prestar atención a las licencias utilizadas y a la organización de las comunidades de desarrollo de tecnologías libres. La aplicación de licencias obsoletas o inadecuadas puede hacer que las grandes empresas se apropien de los productos generados y los tornen cerrados. En otros casos, la táctica de las compañías Big Tech ha sido “infiltrarse” en las comunidades de desarrollo con sus propios empleados, posiblemente con la misión de influir en las direcciones del desarrollo del software libre y de código abierto para satisfacer sus necesidades (incluyendo la aplicación de licencias caducas o la preferencia por el desarrollo de soluciones compatibles con el software y los sistemas operativos propietarios). Asimismo, hay que tener en cuenta las formas en que se organizan las propias comunidades, qué licencias son más adecuadas para cada fin, así como el derecho y la garantía de protección y privacidad de los datos producidos y compartidos. Esto puede evitar que los productos generados de forma abierta y colectiva sean apropiados de forma indeseada, y que no se pierda el dominio de las comunidades y colectivos formados con la sincera intención de desarrollar tecnologías libres que promuevan una mayor seguridad y autonomía.
Madurar como comunidad implicará revisar nuestras tácticas y métodos para mantener los objetivos de mayor participación y acceso en un contexto de justicia social. Ya se han iniciado diálogos abiertos y sinceros sobre las cuestiones planteadas en este texto, pero es preciso que continúen siendo conducidos para que nuestra lucha no sea apropiada por grupos con intereses en mantener las actuales estructuras de dominación y explotación. Ni tampoco que la ingenuidad sea un obstáculo para construir las bases de una alternativa que reconozca las dimensiones sociales y culturales como factores inseparables de las prácticas científicas y del desarrollo tecnológico. Tenemos que atrevernos a crear e incorporar nuevas visiones de mundo, superar la reacción competitiva ante las creaciones propietarias (no limitarnos a crear sólo “versiones” libres de algo privativo), y empezar a orientar el desarrollo y la producción de conocimiento desde diferentes e incluso nuevas miradas. También es necesario trascender el desarrollismo y la noción de que la innovación es la automatización de procesos manuales, proponiendo reinventarse como movimiento. Nuestro desafío es incluir estas cuestiones en las estrategias de los movimientos de lo abierto. No hacerlo es seguir este camino hacia un escenario cyberpunk, con una extraña mixtura de ideología californiana y capacidad industrial china, a gran escala.
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